AL PRESBITERIO Y
AL PUEBLO DE DIOS EN EL TACHIRA
“Salud y Paz en el Señor Jesús”
1.
Nos enseña Jesús que si queremos ser felices y ser
reconocidos como hijos de Dios, hemos de ser constructores de la paz (Mt 5,9).
La verdadera felicidad radica en el seguimiento del Señor Jesús quien, con su
entrega pascual, nos dio la capacidad de ser hijos del Padre Dios (Jn 1,12).
Esta realidad nos compromete a todos los creyentes, sin excepción a ser
edificadores de la paz, en el amor y en la fraternidad. Por ser hijos de Dios
somos hermanos, y el distintivo es el amor fraterno, que todo lo puede (Cf. 1
Cor. 13,7).
2. La auténtica paz se puede construir en la medida
que todos los hijos de Dios se encuentren y sean capaces no sólo de superar las
dificultades y diferencias, sino también cuando se reconozca en el otro la
imagen de Dios. De aquí surge el respeto por los demás: en el reconocimiento de
la dignidad propia de todos y cada uno de los seres humanos. En el fondo es
reconocer en cada quien la presencia viva de un Dios que acobija a todos con el
amor.
3.
En los momentos difíciles que haya vivido o pueda
vivir la humanidad a lo largo de su historia, la única fuerza que ha hecho
posible la paz es la del amor, que implica el encuentro, el diálogo y la
reconciliación. Esto requiere la decisión de todos para lograrlo, con la ayuda
del mismo Dios. Es así como se han podido ir superando los conflictos y se han
podido conseguir no sólo acuerdos, sino la construcción de un camino común.
4.
Estamos viviendo momentos de tensión y de crisis en
nuestro país. Son variadas las causas y muchos los efectos. Por eso, se
requiere de todos nosotros el empeño, desde la solidaridad, la justicia y la
fraternidad que nacen del amor, para encontrarnos y así poder dialogar y
conseguir la reconciliación. Esto, a la vez, exige que el camino sea el de la
no violencia. Con actos de violencia, vengan de donde vengan, no se conseguirá
nada; más bien se abrirá el paso a resentimientos, heridas espirituales y mayor
división.
5.
Por eso, y porque “hemos creído en el Amor” (1 Jn
4,16), hacemos un llamado a todos para que en nuestra región y en Venezuela,
cese todo tipo de violencia. El derecho a la protesta se debe mantener pero en
los términos del civismo y de la fraternidad. Podemos tener diferencias,
podemos tener desacuerdos… pero no es con la violencia como se va a resolver
nada. De allí la importancia de abrir un espacio para el encuentro. Al
lograrlo, sin duda daremos un paso importante y podremos “dialogar”. El diálogo
no es escucha obsequiosa del otro, sino el poder compartir en un lenguaje de
paz y serenidad las ideas, las propuestas, los reclamos y lo que nos ayude a superar
la crisis y las dificultades y lograr la reconciliación.
6.
En el nombre del Señor Jesús, hacemos un llamado a
que cese la violencia de todo tipo –la verbal, la de la agresión, la de la
represión- y que busquemos demostrar que somos “gente de paz” como solemos
cantar durante la Navidad. Deploramos las muertes que han acaecido durante las
manifestaciones en diversos puntos del país, así como también el que haya
habido numerosos heridos. Pedimos que quienes han provocado estas muertes y
daños personales asuman sus responsabilidades y sean castigados de acuerdo a lo
establecido por la ley. A los dirigentes políticos, sociales, económicos,
estudiantiles les invitamos a encontrarse y compartir las ideas y opiniones en la
búsqueda de un consenso y de un camino de paz social para todos. Que el respeto
hacia los otros (que incluye sus bienes materiales) sea el signo característico
de un compromiso que nos lleve a edificar la verdad, la justicia y la paz en el
amor.
7.
Invitamos a todos los creyentes a seguir elevando
oraciones para que la luz del Espíritu nos oriente en todo momento y asista a
todos los dirigentes y responsables de la sociedad a fin de que se logre el
encuentro, el diálogo y el compromiso por la paz y la concordia. Los sacerdotes
y agentes de pastoral estamos obligados a promover la paz y la fraternidad
tanto con nuestra predicación como con todas aquellas acciones que nacen del
compromiso evangelizador de edificar la concordia entre todos los hermanos. Contamos
con la protección de María del Táchira, nuestra Señora de la Consolación y del
Santo Cristo de la Grita, quien con sus brazos amorosos nos cobija a todos sin
excepción.
San Cristóbal, 14 de febrero del año 2014.
+Mario, Obispo de San Cristóbal.
--
Prensa DiócesisSC
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@DiocesisSC
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