lunes, 17 de febrero de 2014

AL PRESBITERIO Y
AL PUEBLO DE DIOS EN EL TACHIRA
“Salud y Paz en el Señor Jesús”
1.
Nos enseña Jesús que si queremos ser felices y ser reconocidos como hijos de Dios, hemos de ser constructores de la paz (Mt 5,9). La verdadera felicidad radica en el seguimiento del Señor Jesús quien, con su entrega pascual, nos dio la capacidad de ser hijos del Padre Dios (Jn 1,12). Esta realidad nos compromete a todos los creyentes, sin excepción a ser edificadores de la paz, en el amor y en la fraternidad. Por ser hijos de Dios somos hermanos, y el distintivo es el amor fraterno, que todo lo puede (Cf. 1 Cor. 13,7).


2. La auténtica paz se puede construir en la medida que todos los hijos de Dios se encuentren y sean capaces no sólo de superar las dificultades y diferencias, sino también cuando se reconozca en el otro la imagen de Dios. De aquí surge el respeto por los demás: en el reconocimiento de la dignidad propia de todos y cada uno de los seres humanos. En el fondo es reconocer en cada quien la presencia viva de un Dios que acobija a todos con el amor.

3.
En los momentos difíciles que haya vivido o pueda vivir la humanidad a lo largo de su historia, la única fuerza que ha hecho posible la paz es la del amor, que implica el encuentro, el diálogo y la reconciliación. Esto requiere la decisión de todos para lograrlo, con la ayuda del mismo Dios. Es así como se han podido ir superando los conflictos y se han podido conseguir no sólo acuerdos, sino la construcción de un camino común.

4.
Estamos viviendo momentos de tensión y de crisis en nuestro país. Son variadas las causas y muchos los efectos. Por eso, se requiere de todos nosotros el empeño, desde la solidaridad, la justicia y la fraternidad que nacen del amor, para encontrarnos y así poder dialogar y conseguir la reconciliación. Esto, a la vez, exige que el camino sea el de la no violencia. Con actos de violencia, vengan de donde vengan, no se conseguirá nada; más bien se abrirá el paso a resentimientos, heridas espirituales y mayor división.

5.
Por eso, y porque “hemos creído en el Amor” (1 Jn 4,16), hacemos un llamado a todos para que en nuestra región y en Venezuela, cese todo tipo de violencia. El derecho a la protesta se debe mantener pero en los términos del civismo y de la fraternidad. Podemos tener diferencias, podemos tener desacuerdos… pero no es con la violencia como se va a resolver nada. De allí la importancia de abrir un espacio para el encuentro. Al lograrlo, sin duda daremos un paso importante y podremos “dialogar”. El diálogo no es escucha obsequiosa del otro, sino el poder compartir en un lenguaje de paz y serenidad las ideas, las propuestas, los reclamos y lo que nos ayude a superar la crisis y las dificultades y lograr la reconciliación.
6.
En el nombre del Señor Jesús, hacemos un llamado a que cese la violencia de todo tipo –la verbal, la de la agresión, la de la represión- y que busquemos demostrar que somos “gente de paz” como solemos cantar durante la Navidad. Deploramos las muertes que han acaecido durante las manifestaciones en diversos puntos del país, así como también el que haya habido numerosos heridos. Pedimos que quienes han provocado estas muertes y daños personales asuman sus responsabilidades y sean castigados de acuerdo a lo establecido por la ley. A los dirigentes políticos, sociales, económicos, estudiantiles les invitamos a encontrarse y compartir las ideas y opiniones en la búsqueda de un consenso y de un camino de paz social para todos. Que el respeto hacia los otros (que incluye sus bienes materiales) sea el signo característico de un compromiso que nos lleve a edificar la verdad, la justicia y la paz en el amor.

7.
Invitamos a todos los creyentes a seguir elevando oraciones para que la luz del Espíritu nos oriente en todo momento y asista a todos los dirigentes y responsables de la sociedad a fin de que se logre el encuentro, el diálogo y el compromiso por la paz y la concordia. Los sacerdotes y agentes de pastoral estamos obligados a promover la paz y la fraternidad tanto con nuestra predicación como con todas aquellas acciones que nacen del compromiso evangelizador de edificar la concordia entre todos los hermanos. Contamos con la protección de María del Táchira, nuestra Señora de la Consolación y del Santo Cristo de la Grita, quien con sus brazos amorosos nos cobija a todos sin excepción.
San Cristóbal, 14 de febrero del año 2014.
+Mario, Obispo de San Cristóbal.

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