sábado, 1 de marzo de 2014

Compartimos este mensaje del “Pueblo de Dios en el Táchira”, que ha sido fruto de una jornada de oración y discernimiento a la luz de la Palabra de Dios de la situación que vivimos en Venezuela. El texto fue elaborado por un grupo de laicos, religiosas, religiosos, y sacerdotes, en comunión con nuestro obispo diocesano. El presente mensaje será leído este domingo en todas las parroquias de la Diócesis de San Cristóbal. 



Mensaje del Pueblo de Dios en el Táchira

Nosotros, como Pueblo de Dios del Estado Táchira, animados por nuestra fe en Jesucristo, queremos compartir nuestra preocupación y nuestra esperanza frente a la difícil situación que como Estado estamos viviendo.

Como Iglesia no nos podemos callar ante la realidad de violencia, injusticia, descrédito y confrontación entre diversos grupos que se hacen sentir en muchas localidades de nuestra querida tierra tachirense, en contraste con valores tan nuestros como la cordialidad, la acogida fraterna, la buena vecindad y la convivencia ordenada. Corremos el riesgo de hablar a pesar de la posibilidad de ser malinterpretados por unos y otros. Sabemos que no somos dueños de la verdad ni pretendemos juzgar las decisiones de ninguna persona o institución. Desde la prudencia evangélica, alejada del miedo y de la insensatez, alentamos a cada persona a hacer lo que su conciencia le dicte, sin perder nunca de vista las consecuencias de sus acciones para el prójimo y para el conjunto del pueblo.

Es posible que, como el pueblo de Israel, nos sintamos “abandonados de Dios” (Is 49,14) ante los problemas que nos agobian tales como el desabastecimiento, los ingresos que no alcanzan y la inseguridad, entre otros, agravados por el contrabando, el sicariato y el rencor. Problemas que atentan contra la unidad del pueblo, generan desaliento, desconfianza tanto entre los venezolanos como frente a las Instituciones cuyo deber es velar por el Bien Común de los ciudadanos, proteger sus derechos e integridad, y terminan por empujarnos a buscar soluciones individualistas, prescindiendo de los demás.

Ante la posible experiencia de abandono de parte de Dios, el Profeta Isaías nos advierte: aunque hubiera una madre que se olvidara (del hijo de sus entrañas), yo nunca me olvidaré de ti, dice el Señor (Is 49,15). La experiencia del Dios de Jesús nos invita a vivir esta situación como una ocasión para confirmar que Él está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos (Mt 28,20). Su presencia se hace palpable a través de nosotros como Iglesia que en estos momentos también nos queremos hacer escuchar, uniéndonos de manera solidaria al dolor de las familias que en medio de estos acontecimientos han perdido familiares o tienen presos a sus hijos.

Como discípulos-seguidores de Jesús de Nazaret queremos hacer nuestras las palabras del apóstol Pablo (2Co 5,18) poniéndonos al servicio de la reconciliación en medio del pueblo. En eso consiste el desafío de la hora presente para el Pueblo de Dios del Táchira: contribuir a la unidad de todo el pueblo, a sentirnos nosotros, parte del mismo pueblo venezolano, ansioso de mejorar su calidad de vida. Pasar del ellos al nosotros abre la posibilidad de hacer del pueblo organizado el sujeto de la vida social y lograr que el Estado esté a su servicio y no al revés.

Para hacer posible la reconciliación, alcanzar la unidad y reconstruir la confianza mutua entre los venezolanos y venezolanas, es necesario erradicar el lenguaje ofensivo y descalificador que denigra la dignidad del otro, entorpece el diálogo franco y honesto, haciendo imposible la paz que todos deseamos. Reconstruir la confianza requiere también que las autoridades civiles, judiciales, policiales y militares actúen con estricto apego a la Ley y convenios internacionales firmados por la República, garantizando los Derechos Humanos como están consagrados en la Constitución y sancionando a los responsables en caso de producirse excesos.

Como Iglesia del Táchira nos sentimos llamados a vivir las bienaventuranzas que, desde la perspectiva de los pobres, proclaman: dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados (…) dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,6.9).

En esta hora difícil para el Táchira y para Venezuela nuestro compromiso es acompañar los esfuerzos de tantas personas e instituciones en la construcción de la paz, sin miedo a la verdad, reconociendo las causas del descontento de la gente por la frustración de sus aspiraciones a una vida digna que lleva a estudiantes, trabajadores, campesinos, empresarios, amas de casa, artistas, intelectuales, jóvenes, adultos y personas mayores a levantar legítimamente su voz de protesta para exigir sus derechos como personas y como ciudadanos.

La razón, la sabiduría y el discernimiento son fundamentales en momentos de conflicto y es parte de nuestro compromiso: dar paso a la verdad y rechazar todo acto violento, promover el diálogo y fomentar en este pueblo, sediento de Dios, lo mismo que Jesucristo nos enseña en su Evangelio: la verdad los hará libres (Jn 8, 32).

A la paz, consecuencia de haber saciado el hambre y sed de justicia, se llega actuando justa y pacíficamente. La violencia es siempre injusta porque apela al uso de la fuerza y al sometimiento del otro rompiendo los lazos fraternos. Con violencia no es posible construir la convivencia pacífica que permita reconocernos como hermanos, por tanto, hijos del mismo Padre.

Con el deseo de contribuir a lo antes expuesto invitamos a todas las comunidades cristianas a promover iniciativas concretas que favorezcan la unidad del pueblo a través de la reconciliación. Jornadas de oración, vigilias ecuménicas, todo tipo espacios para dialogar donde, como Pueblo de Dios y desde el Evangelio, propongamos soluciones factibles, que nos permitan emprender caminos de comunión. Al mismo tiempo, exhortamos a los Poderes Públicos a realizar señales claras que faciliten el acercamiento entre quienes hoy se enfrentan.

Como Iglesia del Táchira compartimos nuestra esperanza en que con la contribución de muchos podemos superar esta situación, sanar las heridas y salir fortalecidos como pueblo que construye su propio futuro.

Pedimos a N. Sra. de la Consolación que nos ponga delante del Santo Cristo para recibir su Espíritu que nos anime en este camino y compromiso.
2 de marzo de 2014



No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJA TU COMENTARIO