Compartimos
este mensaje del “Pueblo de Dios en el Táchira”, que ha sido fruto de una
jornada de oración y discernimiento a la luz de la Palabra de Dios de la
situación que vivimos en Venezuela. El texto fue elaborado por un grupo de
laicos, religiosas, religiosos, y sacerdotes, en comunión con nuestro obispo
diocesano. El presente mensaje será leído este domingo en todas las parroquias
de la Diócesis de San Cristóbal.
Mensaje del
Pueblo de Dios en el Táchira
Nosotros,
como Pueblo de Dios del Estado Táchira, animados por nuestra fe en Jesucristo,
queremos compartir nuestra preocupación y nuestra esperanza frente a la difícil
situación que como Estado estamos viviendo.
Como
Iglesia no nos podemos callar ante la realidad de violencia, injusticia, descrédito
y confrontación entre diversos grupos que se hacen sentir en muchas localidades
de nuestra querida tierra tachirense, en contraste con valores tan nuestros
como la cordialidad, la acogida fraterna, la buena vecindad y la convivencia
ordenada. Corremos el riesgo de hablar a pesar de la posibilidad de ser
malinterpretados por unos y otros. Sabemos que no somos dueños de la verdad ni
pretendemos juzgar las decisiones de ninguna persona o institución. Desde la
prudencia evangélica, alejada del miedo y de la insensatez, alentamos a cada
persona a hacer lo que su conciencia le dicte, sin perder nunca de vista las
consecuencias de sus acciones para el prójimo y para el conjunto del pueblo.
Es
posible que, como el pueblo de Israel, nos sintamos “abandonados de Dios” (Is
49,14) ante los
problemas que nos agobian tales como el desabastecimiento, los ingresos que no
alcanzan y la inseguridad, entre otros, agravados por el contrabando, el
sicariato y el rencor. Problemas que atentan contra la unidad del pueblo,
generan desaliento, desconfianza tanto entre los venezolanos como frente a las
Instituciones cuyo deber es velar por el Bien Común de los ciudadanos, proteger
sus derechos e integridad, y terminan por empujarnos a buscar soluciones
individualistas, prescindiendo de los demás.
Ante
la posible experiencia de abandono de parte de Dios, el Profeta Isaías nos
advierte: aunque hubiera una madre que se
olvidara (del hijo de sus entrañas), yo nunca me olvidaré de ti, dice el Señor
(Is 49,15). La experiencia
del Dios de Jesús nos invita a vivir esta situación como una ocasión para
confirmar que Él está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos
(Mt 28,20). Su presencia
se hace palpable a través de nosotros como Iglesia que en estos momentos
también nos queremos hacer escuchar, uniéndonos de manera solidaria al dolor de
las familias que en medio de estos acontecimientos han perdido familiares o
tienen presos a sus hijos.
Como
discípulos-seguidores de Jesús de Nazaret queremos hacer nuestras las palabras
del apóstol Pablo (2Co 5,18) poniéndonos al servicio de la reconciliación en
medio del pueblo. En eso consiste el
desafío de la hora presente para el Pueblo de Dios del Táchira: contribuir a la
unidad de todo el pueblo, a sentirnos nosotros,
parte del mismo pueblo venezolano, ansioso de mejorar su calidad de vida. Pasar
del ellos al nosotros abre la
posibilidad de hacer del pueblo organizado el sujeto de la vida social y lograr
que el Estado esté a su servicio y no al revés.
Para
hacer posible la reconciliación, alcanzar la unidad y reconstruir la confianza
mutua entre los venezolanos y venezolanas, es necesario erradicar el lenguaje
ofensivo y descalificador que denigra la dignidad del otro, entorpece el
diálogo franco y honesto, haciendo imposible la paz que todos deseamos. Reconstruir
la confianza requiere también que las autoridades civiles, judiciales,
policiales y militares actúen con estricto apego a la Ley y convenios internacionales
firmados por la República, garantizando los Derechos Humanos como están
consagrados en la Constitución y sancionando a los responsables en caso de
producirse excesos.
Como
Iglesia del Táchira nos sentimos llamados a vivir las bienaventuranzas que,
desde la perspectiva de los pobres, proclaman: dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados
(…) dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios
(Mt 5,6.9).
En
esta hora difícil para el Táchira y para Venezuela nuestro compromiso es
acompañar los esfuerzos de tantas personas e instituciones en la construcción
de la paz, sin miedo a la verdad, reconociendo las causas del descontento de la
gente por la frustración de sus aspiraciones a una vida digna que lleva a
estudiantes, trabajadores, campesinos, empresarios, amas de casa, artistas,
intelectuales, jóvenes, adultos y personas mayores a levantar legítimamente su
voz de protesta para exigir sus derechos como personas y como ciudadanos.
La
razón, la
sabiduría y el discernimiento son fundamentales en momentos de conflicto y es parte
de nuestro compromiso: dar paso a la verdad y rechazar todo acto violento,
promover el diálogo y fomentar en este pueblo, sediento de Dios, lo mismo que
Jesucristo nos enseña en su Evangelio: la verdad los hará libres (Jn 8,
32).
A la
paz, consecuencia de haber saciado el hambre y sed de justicia, se llega
actuando justa y pacíficamente. La violencia es siempre injusta porque apela al
uso de la fuerza y al sometimiento del otro rompiendo los lazos fraternos. Con violencia
no es posible construir la convivencia pacífica que permita reconocernos como
hermanos, por tanto, hijos del mismo Padre.
Con
el deseo de contribuir a lo antes expuesto invitamos a todas las comunidades
cristianas a promover iniciativas concretas que favorezcan la unidad del pueblo
a través de la reconciliación. Jornadas de oración, vigilias ecuménicas, todo
tipo espacios para dialogar donde, como Pueblo de Dios y desde el Evangelio, propongamos
soluciones factibles, que nos permitan emprender caminos de comunión. Al mismo
tiempo, exhortamos a los Poderes Públicos a realizar señales claras que
faciliten el acercamiento entre quienes hoy se enfrentan.
Como
Iglesia del Táchira compartimos nuestra esperanza en que con la contribución de
muchos podemos superar esta situación, sanar las heridas y salir fortalecidos
como pueblo que construye su propio futuro.
Pedimos
a N. Sra. de la Consolación que nos ponga delante del Santo Cristo para recibir
su Espíritu que nos anime en este camino y compromiso.
2 de marzo de 2014
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